22 de diciembre de 2012

ARCANGÉL BANDA


¿QUIÉN ES ARCANGEL?
 
 

Me llamo Arcángel (Archangel), soy de Zambia. Nací hace 26 años en una ciudad que se llama Chipata al este  de Zambia. Soy de una familia muy católica, y crecí en este ambiente. Tengo cinco hermanos y dos hermanas, mis padres que aún están bien, viven en mi país. Hice mis estudios de primaria en mi ciudad y después cursé la secundaria por cinco años según el programa de mi país.
 
 
 
Cuando era joven tenía muchos sueños, como cualquier joven. Soñaba con ser abogado. Tenía ese sueño hasta los veinte años. Mi deseo de ser sacerdote empezó  en el años 2005, en ese tiempo estaba muy activo en los grupos de jóvenes en mi parroquia, y tenía mucho contacto con los sacerdotes diocesanos. Ese deseo de ser sacerdote creció bastante, pero mi sueño de ser abogado todavía no había desparecido. Cuando terminé mis estudios de secundaria en el año 2006, firmé los papeles de entrada en la universidad,  para estudiar la carrera de derecho. Y por otro lado, estaba en comunicación con  el promotor vocacional de los Misioneros Combonianos.

 
El siguiente año, 2007, asistí a las entrevistas de entrada a la universidad y me fue bien, y en el mismo mes asistí a la reunión vocacional (pre-postulantado, ese es el tiempo antes de entrada en postulantado para estudiar Filosofía), con los misioneros Combonianos, y también todo me fue bien. Este fue un momento de crisis para mí, porque tuve que tomar una decisión firme y constante. Pero el camino de Dios no es el camino humano y no es posible conocer a Jesús y no amarle, amarle y no seguirle; yo seguí el camino de Dios  para ser sacerdote y misionero.

 

El 1 de octubre del 2007, empecé mi camino de formación sacerdotal en Balaka-Malawi, donde hice 3 años de filosofía y estudios religiosos. Era un momento de crecimiento intelectual, humano y spiritual. Después de 3 años, el 19 de Agosto del 2010 la provincia de Malawi/Zambia me envió al noviciado de Namugongo en Uganda. En el noviciado tuve un tiempo de intensa oración, profunda encuentro con Dios y la persona de Jesús vivo, de san Daniel Comboni nuestro santo fundador, la regla de vida, historia de la congregación, la vida comunitaria y el encuentro con la familia comboniana en la misión.
 
 
 

Después de casi dos años de noviciado en la santa tierra de los mártires de Uganda, realicé mis primeros votos religiosos en la familia comboniana, el 1 de mayo del 2012 en la basílica de los mártires de Uganda. Después mis superiores me enviaron al scolasticado de Lima para estudiar teología. Después de casi 3 meses de vacaciones con mi familia y mis queridos amigos  viajé a Perú. El 24 de julio de 2012, llegué al Lima lleno de entusiasmo y expectativas, y también con algunos miedos e incertidumbres- nueva gente, la lengua, las costumbres, la comida etc. Tengo cuatro meses en Perú y todavía estoy aprendiendo español. Espero que todo vaya bien conmigo y con los demás.
 

 

La vida es un misterio; yo creo que como la vida, la vocación es un misterio también. Dios es  el protagonista de nuestra vida y nuestra vocación, Él nos llama de una manera u otra y después nos envía según nuestra vocación. Estoy respondiendo a la llamada de Dios que he recibido a ser misionero fuera de mi país, con alegría dejé todo lo que me era familiar en mi vida, mi pueblito, mis amigos y muchas cosas. Ahora estoy feliz y contento, listo para estudiar, aprender y compartir mi experiencia  del amor de Dios con mis hermanos y hermanas del Perú. Vivir con a los pobres y abandonados de nuestra sociedad.


 

¡¡¡Como misionero puedo decir que, todo el mundo es nuestra parroquia!!!  Y juntos con Apóstol Pablo decimos que ¨” No tengo plata ni oro, pero lo que tengo les doy--solamente Cristo resucitado y vivo¨” (Hech 3, 6.). Juntos vamos a crecer como un pueblo de Dios en Amor.


 

Suyo en el Sagrado Corazón de Jesús,

Humilde servador de Dios


     Arcángel Ramsey Chokani  Banda

18 de diciembre de 2012

Aventuras y anécdotas misioneras


AVENTURAS Y ANÉCDOTAS MISIONERAS

 

            Siempre he escuchado historias vocacionales de varias personas. Empiezan de diferentes formas. Y siempre me ha llamado la atención cómo describen su vocación. Algunos dicen que su vocación es una provocación! Otros que es una aventura y otros que es un enamoramiento del Señor, etc.

            La mía, la tildo de provocación, y a la vez, de una aventura de amor con el Señor. El Señor me sorprendió en mi plena juventud, mientras pensaba y tenía proyectado estudiar medicina. Pues lo es, porque me propuso otro proyecto, el de seguirle de cerca y de anunciar su Reino de amor a la humanidad entera. Así pasó también con varios personajes de la Biblia: María tenía planeado casarse con José, pero Dios le prepuso otro plan. Algunos discípulos eran pescadores, en adelante serían pescadores de hombres, etc. Como estos modelos, yo también acepté y me lancé a la aventura que me propuso el Señor. No me quedé triste como el joven rico. He aquí pues algunas experiencias de esta aventura que les comparto.

            Se suele pensar que la vida religiosa y misionera es cómoda. ¡Mentira! Jesús dijo que el que quisiera seguirle que renunciara a sí mismo y cargase con su cruz. Más aún, el hacer causa común como comboniano es exigente y hace madurar. En este sentido, recuerdo que en mi primera experiencia misionera al concluir el primer año de postulantado, me enviaron a una comunidad cristiana por un mes. Yo, entusiasta, me fui. Iba a la chacra con la gente, hacía limpieza ( tipo faena) del pueblo junto a la gente, disfruté muchísimo del silencio del campo, del sol de esas tierras, la calidez y el afecto con la acogida de la gente, jugaba con los niños, me levantaba muy temprano para rezar el rosario con los fieles. Comía yo feliz todo lo que me daban. Pero la purificación de la vocación sobrevino cuando iba a sacar agua del pozo con una cuerda. ¡El resultado fue ampollas en las palmas de las manos! Sin embargo, no había nada más que me llenara de felicidad y daba sentido a mi vida que estar con las personas, compartir sus alegrías y esperanzas!

            Durante el postulantado, los domingos íbamos en bicicletas a hacer el apostolado en las comunidades cristianas. Recuerdo que un día regresando a casa, se me malogró la bicicleta en el camino. Y ese día me fui solo, pues a mi compañero le tocaba cuidar la casa. ¡Uf, plop! no me quedaba otra que caminar como una hora para llegar a casa. Caballero nomás. ¡La misión si no se hace en la bicicleta, se hace con los pies! En la misión hay que sudar y entregarse, dejar el pellejo de esta manera! ¡Y las caminatas de Jesús por las aldeas de Galilea! ¡Cómo no recordar su cansancio al atardecer de sus jornadas! Nada de quejas, sino adelante con ánimo de seguir a este maestro – el caminante por amor en Palestina! Las dificultades y sorpresas hacen partes de la vocación y de la misión. ¡Nada agradables, pero fortalecen! En esas ocasiones me acordaba que un padre comboniano, el P. Lino Negrato, quien, en Uganda, en tiempo de conflictos políticos y amenazado de muerte, en una zona roja dejó el carro de la misión, y para salvarse la vida y seguir anunciando el Reino de Dios, caminó horas y horas y, ante el peligro cruzó la frontera entre Uganda y Congo, hecha de fierros y barricadas. Una vez al otro lado de la frontera, caminó horas y horas para pedir auxilio y ayuda. También en Etiopía, en camino entre Addis-Abeba y una misión  comboniana alejada, tras ser asaltado y despojado de sus pertenencias e incluso del carro nuevo que acababa de comprar para la misión, aquel padre comboniano tuvo que caminar muchas horas en busca de personas y auxilio, y así poder llegar a su misión. A mí no me asaltaron, ni me robaron. No estaba en peligro de muerte por guerras, pero tuve que caminar como ellos apostando por la misión! ¡Bendito día!

            En Ghana, durante mi noviciado, fui a una experiencia misionera con dos compañeros. Nos quedamos en una comunidad central y un poco más madura en la fe. Y desde allí atendíamos a las demás comunidades más cercanas repartidas y puestas a cargo de cada uno de nosotros. En efecto, eran en total 6 a nuestro cargo (dos para cada uno). Y por el ritmo de la gente, debíamos dar catequesis y hacer celebración de la palabra a partir de las 5am. Era temporada de lluvias fuertes. Hacíamos visitas a esas comunidades muy temprano, de madrugada, en bicicleta. Un día llovió fuertemente y nos ensuciamos por el mucho barro que había. Llegó un momento pues, en que ya no podía más. Y me caí con mi bici, ¡plush!. No se imaginan, en el barro, ¡plop! Llegué al pueblo y no había nadie, en esa condición, tenía que tocar las puertas de la gente. Otro día, cruzando un río, poco antes de llegar a un pueblo  llamado “Mawoepko” de la misma zona, me caí en el río cargando la bici en mis hombros. El nombre de este pueblo es algo que nos animaba: Mawoepko significa literalmente “intentar a ver que resulta”. Desgraciadamente, mis compañeros no tenían nada que hacer; se mataban de risa. Los domingos, nos tocaban por lo menos dos comunidades para atender. Había una en donde la gente nos pidió celebración en la noche. Uuf, y como no hay luz, íbamos con linterna en una mano y con la otra mano conducíamos la bicicleta. Así todos los días íbamos a visitar a los pueblos en esas condiciones.




Regresando de las visitas de las comunidades, nos tocaba enseñar en la primaria y secundaria. A mí, me tocó el cuarto grado de primaria dictando todos los cursos en inglés. ¡Qué maravilla, pero desafiante con mi pobre inglés! Lo hice muy bien! El misionero debe prepararse y estar listo para todo servicio. Pero era por carencia de profesores, pues se iban porque el gobierno les pagaba un sueldo bajo. ¡Inolvidables experiencias! Por la gloria y para el anuncio del reino de Dios, arriesgamos nuestras vidas! Si hubiéramos conocido la canción: “No temas arriesgarte, porque contigo yo estaré, no temas anunciarme…”; se la hubiéramos cantado en nuestros ratos de recuentos…

Ahora, para terminar, les comparto vivencias misioneras actuales, o sea, del Perú. Recalco mis experiencias misioneras de verano en Cerro de Pasco y en la Selva Central, en el distrito de san Martín de Pangoa, provincia de Satipo.

En Cerro de Pasco, yo proviniendo de un clima cálido tuve que adaptarme al clima de Pasco. La bienvenida fue el soroche. Luego, subir y bajar las escaleras entre parar un poco y subir tres o cuatro gradas. Un día me llevaron de emergencia al hospital de Milpo donde radicábamos durante la experiencia. Me pusieron oxígeno. Y todas las noches, dormía con cinco frazadas, jejeje ajajaja. Una para cubrir la cama y las otras para cubrirme,¡ gracioso! Como si no fuera suficiente, tenía también estufa que calentaba el ambiente. ¡Experiencia única! Allí también, atendíamos a otro pueblo cercano que se llama Huancamachay que está a dos horas de camino a pie. Un domingo íbamos a ese pueblo y un señor nos prestó su caballo, y como no tenía experiencia de caminata en las montañas y a esa altura, mi compañero me dejó subir al caballo. Era la primera vez. Pero de pronto quise cabalgar como un maestro. Me pasé, y el caballo se puso a correr a una velocidad tal que no podía controlarlo. Al fin y al cabo, ese caballo me arrojó al suelo, o mejor dicho, me caí del caballo. Me dolió mi cintura, horrible! Mientras el caballo estaba corriendo mi compañero gritaba: ¡Fabrice, para! Pero no sabía nada! ¡Total, me caí! ¡Me lastimé! Pero él se mató de risa. Ya no quise subir más. A unos metros, él quiso subir y el caballo se puso bravo y loco. No quiso que él subiera. Él también terminó cayéndose del caballo! ¡Empate de caídas! Llegamos al pueblo, ¡gran sorpresa! La capilla del pueblo se había transformado en establo de animales: alpacas y llamas. Ese día trasquilaban la lana de esos animales. No pudimos hacer nada! Estuvimos con ellos hasta el atardecer y regresamos a Milpo. Pasamos hambre pues nos fuimos sólo con dos panes cada uno, dos huevos sancochados cada uno y medio litro de agua cada quien. Quince días después fuimos de nuevo, esa vez la lluvia nos jugó una mala pasada. Tampoco pudimos hacer nada. El pueblo estaba en faena. La misión nos desilusiona a veces. Hacer misión no es necesariamente hacer algo llámese: celebración de la Palabra o catequesis, sino sobre todo es estar, compartir y aprender de la gente y respetar el ritmo de la gente adonde uno va. La ingratitud, la inclemencia climática y la improductividad en la misión no deben desanimar. El misionero trabaja para la eternidad, dijo Comboni. Cuantas veces Jesús se dio cuenta de que los suyos y la multitud no entraban en su lógica, y que su esfuerzo para anunciar el proyecto y el designio amoroso de Dios no acaba de ser entendido y dar fruto!

En la Selva central, me pasaron muchas cosas, pero quiero mencionar sólo dos acontecimientos importantes entre tantos en Chuquibambilla. Uno, la bienvenida que nos dieron unas ratas. Otro, el cansancio de una caminata de tres horas. Respecto a la bienvenida, resulta que cuando fuimos a Chuquibambilla y llegamos al atardecer, con mi compañero nos reunimos para hacer nuestra oración de la tarde y confiar al Señor nuestra experiencia. Estábamos en nuestro hospedaje. Y arriba sentíamos el correteo de ratas. Y mientras salmodiamos se cayó una de ellas en la espalda de mi compañero, y el pobre se levantó gritando ay ay ay ay tirando su breviario, o sea su libro de oración. A mí no me quedaba otra, ¡me levanté yo también gritando y tiré mi linterna! Los dos asustados y desconcertados. Luego, me reí cuando mi compañero decía: ¡”desgraciada rata”! Y no es todo, mi compañero, durante la noche, sentía el calor y no puso mosquitero y entró una rata a su cama. ¡Imagínense la pelea con la rata! Esas ratas no nos dejaron dormir. Comían todo lo que teníamos para nuestra alimentación. Yo no dormía, las perseguía con palo en la noche. Metíamos piedras sobre las ollas para cuidar los alimentos y protegerlos de esas malditas ratas. Compramos veneno y con eso matamos como 20 grandes si mal no recuerdo, pero no se terminaban. Respecto a la caminata de tres horas, era un domingo y decidimos conocer un pueblo cercano con la curiosidad misionera. Durante el viaje, mi compañero me dejaba atrás subiendo un cerro, y yo lo dejaba atrás bajando. Interesante! Teníamos ampollas en los pies. En un tramo del recorrido, me saqué los zapatos y caminé descalzo. Al regresar, ya casi cerca del pueblo donde vivíamos, un joven me salvó y me recogió en su moto. Mi compañero regresó bien molido!

Estas son algunas de tantas experiencias misioneras mías. Reflejan las condiciones en las cuales trabajan los misioneros, sus fatigas, su entrega, coraje, abnegación, entusiasmo, sacrificios, esfuerzos dando sus vidas para la misión! Queridos lectores espero que estas experiencias les sean agradables y les animen a seguir rezando por los misioneros y colaborando con ellos para que el Reino de Dios se haga realidad donde todavía no está presente.
 
Fabrice-mccj